La evolución del pensamiento económico: De la riqueza al comportamiento humano
Un recorrido histórico por las distintas concepciones de la economía y su impacto en la definición del punto de vista económico
La ciencia económica, como otras ciencias, a lo largo de su historia ha vivido un proceso de adopción por parte de distintas disciplinas. Como es natural, llegó un momento de madurez y eventualmente se independizó. De la misma manera en que un hijo aprende habilidades, costumbres, creencias y valores de los padres, la ciencia económica, en su desarrollo como ciencia independiente, incorporó enfoques basados en lo que, en su momento, fue objeto de interés para otras disciplinas.
Actualmente, la economía ha pasado a ser objeto de análisis imprescindible en otras ramas del conocimiento. En los coloquios de matemáticas se insertan temáticas de naturaleza económica (con enfoque matemático); un jurista que plantea una reforma económica consulta con un economista para determinar sus efectos; afortunadamente, los ejemplos abundan.
Sin embargo, este proceso evolutivo no solo ha impactado el concepto de economía como tal, sino también la perspectiva económica. Al respecto, Kirzner afirmó que “se han hecho numerosos intentos para determinar con precisión el punto de vista particular del economista, para disputar las exposiciones existentes o para negar por completo al economista la posibilidad de tener un punto de vista distinto”. Como si se tratase de la biografía de un personaje célebre, el punto de vista económico tiene su historia, la cual corre en paralelo a la de la propia economía.
El Padre Manuel Carreira afirmó: “Si no sabe definirlo, no sabe de qué habla”. Quienes pretendemos sumergirnos en el análisis del punto de vista económico debemos tener plena claridad sobre lo que este implica, así como sobre los elementos que son objeto de interés. Siguiendo la línea de Kirzner, debemos pensar en una definición real, esto es, “tratar de definir cosas, de exponer de algún modo la esencia y la naturaleza de la cosa definida”. En consecuencia, es menester enfocarse más en el concepto de “punto de vista” que en el de “económico”.
Como es de esperarse, no será fácil identificar una sola formulación. De cierta forma, todos los economistas observan la misma pintura, pero cada uno se centra en los detalles que son de su interés. Además, algunos no consideraron fructífero el hecho de definir el punto de vista económico (como Pareto, Myrdal y Hutchison), mientras que otros, como Robbins, lo consideraban una “pérdida de tiempo no hacerlo”. En favor de estos últimos, la ausencia de una definición clara y precisa puede alejarnos del avance y, antes que nada, de la consolidación de la economía como ciencia. Por lo tanto, la inmersión en el proceso histórico de definición debe concretarse en la identificación de la “naturaleza propia” de la economía.
Dicho esto, comencemos por remontarnos al siglo XIX, una época en la que hubo poco interés por alcanzar unanimidad en cuanto a la definición de la economía. Tanto así que el propio John Stuart Mill se disculpó por no brindar una definición clara de la economía política. No obstante, algunos sí consideraron relevante definirla para delimitar los alcances de sus investigaciones.
Como si se tratase de una obra arquitectónica, en 1870, alemanes, austriacos e ingleses se interesaron por reconstruir la economía “desde los cimientos”. Hubo desencuentros, pues esta etapa se centró más en el método (¿cómo analizar la economía?) que en los alcances (¿qué analizar y qué no?). En cuanto al método, la Escuela Histórica consideraba que la economía debía identificar los fenómenos económicos tal como se desarrollaban en su contexto temporal y espacial. En contraste, la Escuela Teórica (o Abstracta) sostenía que la economía no debía enfocarse en fenómenos individuales, sino en descubrir las regularidades y “las cadenas generales de causa y efecto que subyacen en la historia económica”. Estas posturas pueden considerarse antecedentes de las discusiones sobre la determinación de lo que se debe considerar como fenómeno económico, pero, como veremos, no fueron los primeros antecedentes.
Retrocediendo al siglo XVIII, encontramos infinidad de investigaciones sobre comercio, industria, dinero, impuestos y otros temas de naturaleza política, jurídica o moral que hacían referencia al concepto de “riqueza” como objeto de estudio. Adam Smith, por ejemplo, definió la economía política como el estudio de “la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones”.
Con el tiempo, el concepto de riqueza evolucionó. Mientras que la Escuela Clásica se enfocaba en el deseo de los bienes sin cuestionar su naturaleza, otros economistas, como Malthus y Ricardo, intentaron delimitar qué debía catalogarse como riqueza. En esta etapa también cobró relevancia el intercambio, un concepto que Whately denominó “cataláctica” o “ciencia de los intercambios”. Posteriormente, Schumpeter introdujo la relación entre intercambio, precios y asignación de recursos.
En el siglo XX, Lionel C. Robbins definía la economía como “la ciencia que estudia el comportamiento humano como una relación entre fines y medios escasos que tienen usos alternativos”. Esta definición generó críticas por su amplitud y formalismo excesivo, lo que algunos consideraban inadecuado para el análisis de problemas del mundo real.
Frente a esto, la praxeología, desarrollada por Mises y Kirzner, ofrece una visión alternativa. Desde este enfoque, la economía se concibe como una ciencia de la acción humana, entendida como el conjunto de decisiones racionales orientadas a mejorar la situación del individuo. Aunque este sistema ha sido criticado, especialmente por su falta de criterios empíricos, sus defensores argumentan que su validez radica en la coherencia lógica de sus postulados.
El análisis histórico del punto de vista económico muestra que la definición de la economía no es un mero ejercicio académico, sino un proceso de depuración conceptual con profundas implicaciones para la ciencia económica. Un economista debe entender la trascendencia de una simple definición, pues tras ella se encuentra un legado intelectual que ha modelado el pensamiento económico a lo largo de la historia.
Referencias
Kirzner, Israel. The Economic Point of View, 1960.
James D. Gwartney y Richard L., Diez elementos claves de la economía, 2002.
F. A. Hayek, El Uso del Conocimiento en la Sociedad, 1945.
J. Huerta de Soto, La Escuela Austriaca Moderna frente a la Neoclásica, Revista de economía aplicada, 1997.
Varian, Hal. Intermediate Microeconomics, 1987.
Kirzner, I., El significado del proceso de mercado, 1990.
F. A. Hayek, La tendencia del pensamiento económico, 1933.