La economía del comportamiento: una aproximación realista a la toma de decisiones
Entre la racionalidad limitada y los sesgos cognitivos: cómo la psicología transforma la teoría económica.
Podemos abordar la economía del comportamiento como un híbrido de dos ciencias: por un lado, la economía, y por otro, la psicología. El propósito de recurrir a la psicología es caracterizar a los individuos de una manera más realista, en contraste con las suposiciones tradicionales. En el enfoque neoclásico, los sujetos están dotados de razonamiento perfecto y conocimiento íntegro. Economistas conductuales como Richard Thaler han sido impulsores destacados de este nuevo paradigma.
Los trabajos de investigación en esta rama analizan, entre otros temas, las discrepancias entre lo que los individuos hacen y lo que deberían hacer, así como las consecuencias derivadas de dichas acciones. La economía conductual se fundamenta en observaciones empíricas del comportamiento humano y desmitifica la postura neoclásica sobre la racionalidad del sujeto, incluso cuando este dispone de información completa.
Cuestiones como “¿por qué la gente posterga hacer ejercicio, a pesar de que ayuda a la salud?” se abordan mediante experimentos. Desde esta perspectiva, los individuos son concebidos como seres influidos por emociones e impulsos, condicionados por su contexto social y ambiental.
La economía neoclásica opera con modelos en los que el homo economicus posee pleno autocontrol y mantiene presentes sus planes a largo plazo. En este enfoque, los errores se consideran casi siempre circunstanciales. Sin embargo, a partir de diversos estudios de la economía conductual, han surgido principios que han ayudado a los economistas a comprender mejor el comportamiento humano. Estos principios han sido utilizados por la iniciativa privada y los gobiernos para diseñar mecanismos que incentiven determinadas conductas en la ciudadanía.
Contrario a lo que podría pensarse, la economía conductual no es un enfoque reciente: su consolidación se remonta a la década de 1980. Muchas de sus ideas se encuentran influenciadas por pensadores clásicos como Adam Smith. A través de la metáfora de la mano invisible, Smith sugiere que las personas toman decisiones basadas en sus propios intereses, lo cual no debe confundirse con egoísmo. Conceptos como la aversión al riesgo, por ejemplo, preceden a la economía conductual y forman parte fundamental de su corpus teórico.
Si se tuviera que señalar a los pioneros de este enfoque, Amos Tversky y Daniel Kahneman serían los candidatos más destacados. Durante las décadas de 1970 y 1980, estos autores identificaron patrones consistentes en los sesgos cognitivosque las personas presentan al emitir juicios. Descubrieron, por ejemplo, que las decisiones se basan con frecuencia en la información más fácil de recordar, más que en datos estadísticos reales.
En sus estudios, demostraron que el encuadre y la aversión a la pérdida influyen significativamente en la toma de decisiones. Esta teoría sostiene que las personas están dispuestas a asumir un mayor riesgo estadístico si ello les permite evitar una pérdida, más que obtener una ganancia equivalente.
Entre los conceptos clave de este enfoque se encuentra la heurística de representatividad, que describe cómo las personas emiten juicios basados en la información más reciente o llamativa, incluso por encima de datos empíricos objetivos.
Otro principio fundamental es el de la racionalidad limitada, que sostiene que los seres humanos cuentan con capacidades cognitivas, información y tiempos restringidos, lo que los lleva a desviarse del comportamiento racional idealizado por el modelo neoclásico. Este fenómeno puede deberse a reacciones instintivas o a la presión del tiempo en el momento de tomar decisiones.
El interés propio limitado señala que los individuos pueden optar por un resultado menos favorable si esto les permite beneficiar a personas de sus círculos cercanos, como en el caso de donativos o actos altruistas, situaciones poco contempladas en los modelos clásicos.
La fuerza de voluntad limitada se refiere a la tendencia de las personas a elegir acciones que les reporten un mayor bienestar en el corto plazo, aun sabiendo que no son las más convenientes a largo plazo. Un ejemplo clásico es posponer la visita al gimnasio.
Asimismo, la llamada falacia del costo hundido explica que los individuos tienden a seguir invirtiendo en proyectos que ya les han generado pérdidas, simplemente porque han invertido demasiado, sin considerar racionalmente la posibilidad de perder aún más.
Finalmente, la contabilidad mental es un concepto que expone cómo las personas clasifican y valoran el dinero de manera distinta según el contexto. Aunque el dinero tiene un valor objetivo, la forma en que se gasta varía dependiendo de cómo se haya obtenido, del propósito para el que se utilizará y del valor emocional asociado. Por ejemplo, si un bien de lujo reduce su precio, el consumidor tiende a adquirir más de este producto, incluso si el descuento no representa un ahorro efectivo.
La economía del comportamiento representa un giro fundamental en la comprensión de los procesos de toma de decisiones de los individuos, al incorporar variables psicológicas y contextuales que el paradigma neoclásico tradicional tiende a omitir. A través de enfoques empíricos, esta disciplina ha puesto de manifiesto que los individuos no siempre actúan bajo esquemas de racionalidad plena, sino que sus decisiones están mediadas por heurísticas, sesgos cognitivos, emociones y limitaciones estructurales como el tiempo o la información disponible. La contribución de autores como Tversky, Kahneman y Thaler ha sido crucial para dotar de legitimidad científica a estas observaciones, permitiendo el diseño de políticas públicas y estrategias privadas más eficaces y centradas en el comportamiento real de las personas. En definitiva, la economía conductual no solo complementa, sino que redefine los supuestos clásicos de la economía, ofreciendo una visión más realista, humana y útil para afrontar los desafíos económicos contemporáneos.
Referencias
Thaler, R. H. (2015). Misbehaving: The Making of Behavioural Economics. Penguin UK.
Kahneman, D. (2011). Thinking, Fast and Slow. Macmillan.
A. Tversky & D. Kahneman. Availability: A Heuristic for Judging Frequency and Probability. Cognitive Psychology. (1973). pp. 207-232.
Kahneman, D., y A. Tversky (1979), «Prospect Theory: An Analysis of Decision under Risk» , Econometrica 47.
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Herbert A. Simon, « What Is an Explanation of Behavior?», Psychological Science (1992).